lunes, 30 de junio de 2008

Porque resulta que hoy recordé.


Por esta noche rescataré mi estilográfica del último cajón de la mesita de noche, para escribir con tinta lo que bien podría escribir con la sangre que mana hoy por mis lagrimales. Mis ojos lloran en rojo la pena que les produce saber que donde hubo ya no queda y donde estaban ya no esperan. Y rellenaré páginas y páginas con palabras que resuenan en mi interior, ahora que ya he aprendido a escuchar los alaridos provocados por el juego triste y sucio al que te sometes día tras día. Y puede que sean estas las últimas palabras que lleven tu eco, o puede que no -si algo he aprendido contigo, que no de ti, es a no creer ciegamente en nada-, pero al menos te aseguro que en ellas va la alegría manchada de desilusión, al ver cómo destrozas tu vida por el miedo a la verdad. Y llora ahora todo lo que yo ya hice mientras tú te divertías barajando las cartas del destino de la gente, como quien manipula sus muñecos de trapo y decide cómo usarlos y aprovecharse de ellos. Qué enfermizo es el amor y qué previsible tu desdicha. Tomar de aquí y de allá sin permiso, reír hoy para llorar mañana, disfrazar la verdad en tu mundo de apariencias. Hoy he sentido pena hacia ti y no por ti. Hoy mis ojos se desprendieron de la fina gasa que tu palabrería y melodrama habían logrado fabricar, y al fin descubrieron la realidad sin la mediación de un sentimiento enfermo. Un día quisiera ir con un alfiler a escondidas tras de ti, para pinchar con su afilada punta la burbuja de jabón dulce con la que te envuelves cada mañana para no probar la amargura de la realidad. Porque la amargura existe, pese a tu desconocimiento, e incluso gente como tú es la que tinta de amarillo bilis lo que otros veían blanco y puro. Puede que esta sea la primera noche en que no estoy triste por mí y paradójicamente lo estoy por quien provocaba esa misma tristeza. Y me paro a pensar en los días junto a ti y en cuánto de verdad y cuánto de mentira había en tus palabras, en tus caricias, en tus besos de labios manchados. Y grito y callo y río y tiemblo y respiro y siento. Siento que tu mundo de apariencia y falsedad se destruya por momentos, pero más siento todavía que por ese mismo mundo de apariencia y falsedad, nunca logres saborear los placeres absolutos de la vida y la amistad. Sólo el día en que reviente tu burbuja y te quites la máscara sonriente que acostumbras a llevar, sólo entonces, estarás en disposición de conocer la felicidad. Pero para que ese día llegue, empieza por detener tu vida un solo instante, trata de escuchar a tu propio interior y haz hueco para un poco de madurez y realidad, que no te harán ningún mal. Y recuerda, que para recoger, primero hay que sembrar y que la vida y el tiempo, colocan a cada cual en su lugar.

1 comentario:

Alejo dijo...

¿es el mismo que antes con otro nombre o uno nuevo? no entiendo :D